El impacto inicial de vivir de cerca una muerte por suicidio deja una cicatriz que es para siempre.
La muerte por suicidio, repentina y trágica, produce siempre consternación, incredulidad y un estado de choque en las personas cercanas.
Estos sentimientos se refuerzan por el contexto forense policial con el que nos encontramos en las primeras horas del deceso o del descubrimiento del cadáver.
Es un tiempo que vivimos con total desorientación.
Estas circunstancias iniciales, tan inesperadas y emocionalmente desbordantes, añaden apuros a los supervivientes, que sienten, ya desde el primer momento la culpa, la vergüenza y la ira.
El impacto inicial de vivir de cerca una muerte por suicidio deja una cicatriz que es para siempre.
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